Suspiró profundamente y recogió dos cubiertos del
suelo, temblando y con el rostro desencajado se dispuso a acostar a los
pequeños que aterrorizados la miraban sin comprender nada. Se puso el pijama y
abrió la maldita puerta del dormitorio donde se encontraba esa hiena despiadada
que tanto le hacía sufrir, ella lo quería, era incapaz de comprender que esa
situación era insostenible. Lloraba cada noche cuando él volvía a casa
embriagado y fuera de sus casillas. Pero al amanecer todo cambiaba, le pedía perdón y le perjuraba
que jamás volvería a pasar, aunque ella ya
no creía en sus palabras y echándole valor marcó el 016.

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