domingo, 29 de enero de 2023
NUESTRA AMISTAD
-¡Levántate, tenemos que subir la
escalera!- me ordenaba una voz femenina un tanto enfadada. Alcé la mirada y
contemple su cara de preocupación. -¿Cómo lo hago amiga?- contesté totalmente abatida,
-la vida ha girado a tal velocidad que he perdido el rumbo, me encuentro sin
fuerzas en este momento, continúa el camino sin mí-.
Carla era un amor de chica, algo
testaruda y brusca a la hora de comunicarse pero poseía el tesoro mas grande
que una persona puede tener, conocía muy bien el significado de la palabra
amistad.
Cada día sin falta, llamaba a la
puerta de casa en las mañanas y milagrosamente conseguía que me quitara el
pijama del día anterior, logrando así, que escalara el primer peldaño de esa
enorme y oscura escalera en la que se había convertido mi existencia últimamente.
Yo me apoyaba en ella, en sus abrazos que me reiniciaban, en sus consejos y en
la alegría que desprendían sus ojos negros azabache. Después de mucho tiempo,
gracias a su paciencia y cariño conseguimos alcanzar juntas la cumbre que tan
lejana se veía en un principio para mí.
Aquella mañana Carla no me llamo como
lo hacía habitualmente, tampoco contestaba el teléfono, pero no me fue dificil
encontrarla en nuestro sitio de siempre, ese que sabía de todos nuestros secretos.
La descubrí sentada en un banco de piedra improvisado, abrazada por centenares
de olivos, con la mirada perdida en el infinito, ¿Qué había pasado con la
chispa innata que habitaba en su mirada? me pregunté.
-¡Vamos tenemos que subir la
escalera!- le ordené con voz firme y decidida.
-¿Cómo lo hago amiga mía?- me
respondió afligida. Me limité a no decir nada, solo le tendí mis manos temblorosas
y ella las tomó decidida -agárrate fuerte querida, ahora yo soy tu bastón-.
#Palagrafías Relatos de 300 palabras.
miércoles, 4 de enero de 2023
FEBRERO
El ambiente de aquella fría
habitación empezaba a sentirse cargado a la vez que la respiración de papá se
tornaba cada vez más descompasada. No solo a él le costaba inhalar oxigeno
aquella tarde, mi fatiga también se hacía presente a la vez que notaba que la
fuerza de sus manos se desvanecía, ya no me apretaba con la fuerza que siempre
le caracterizó. La lucha llegaba a su fin, lo dejé descansar.
A través del enorme ventanal que
presidia la estancia ya se hacían presentes las luces lejanas de la ciudad que
anunciaban la caída de la noche, el color del cielo se volvía de tonos violetas
y el rojizo del ocaso se desvanecía por donde mi vista ya no alcanzaba a
contemplar. En el parque cercano, los escasos arboles empezaban a convertirse
en grandes gigantes de sombras perfiladas dándole a este una estampa casi
fantasmagórica.
Por mi cabeza pasó cuan película
de Súper Ocho, toda una vida junto a él, sus abrazos cariñosos, sus sabios
consejos e incluso sus regañinas de padre protector a las que yo a veces no
hice caso.
Volví la vista a la cama, su
respiración ahora era lenta y pesarosa. Eché el último vistazo tras el cristal
antes de volver a su lado, pues el momento estaba llegando a su inevitable
final. En la rama del árbol más próximo pude divisar dos pajarillos negros que
vaticinaban lo que estaba por suceder.
Tomé sus manos arrugadas, le
acaricie la frente cariñosamente a la vez que susurraba a su oído, -no tengas
miedo, estoy aquí- seguidamente la paz inundo mi corazón y un escalofrío
recorrió mis entrañas. Nunca imaginé la dulzura que la muerte traería consigo,
mire por el ventanal y los pude ver a los dos perdiéndose en el horizonte.
Nunca te olvidaré, papá.
#Palagrafías Relatos de 300 palabras.


