DILE
SI A LA VIDA
- ¡Rápido, tienes que entrar
al examen! – me ordenó.
Me despedí de él con la
certeza de que sería la última vez que nos veríamos.
-Adiós mi amor- susurre,
mientras el rastro de su coche se perdía en la oscuridad de la solitaria
avenida.
Durante aquellos eternos
sesenta minutos mi cuerpo tembloroso ya no sentía miedo, solo quería que el
minutero del reloj cabalgara deprisa, acelerar el tiempo con una varita mágica
para que llegase el momento de llevar a cabo el plan que en mi mente se había
estado ideando durante todo el día.
Ya no sentía miedo, solo rabia
con el mundo y conmigo misma. Estaba claro, aquella tarde dejaría de un lado
los temores, mi sentencia esta vez era firme e inamovible. Estaba totalmente
decidida a cometer la mayor cobardía que a un ser humano se le puede pasar por
la imaginación.
Tomé las pastillas a
escondidas y las guardé en el bolso, aquel sería mi último examen y esos dos
besos en las mejillas la despedida final.
Pero al igual que aquel punto
de inflexión se interpuso en mi camino para que tomara aquella atropellada
resolución, su abrazo fue el aliento que le faltaba a mi vida en ese momento y
entonces sentí miedo a perderlo y miedo a perderme.
- ¿Pensabas que te soltaría? –
murmuró, mientras agarraba fuertemente mi rojiza cara entre sus manos.
- ¡Juntos saldremos de esta! -
me dijo, sonriendo con una enorme tristeza.
En la vida hay pozos oscuros
de los que es difícil escapar una vez que tropezamos y nos encontramos en el
fondo. Esos agujeros llamados errores, decepciones, problemas, si no son bien
gestionados pueden hacernos acabar en la profundidad de una peligrosa
depresión.
Escuchar las señales es de
vital importancia, ante todo ¡vive!
“Dile SÍ a la vida”

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