POKER
DE ASES
El húmedo aroma a petricor que
la tarde me regalaba, embriagaba con su mágico olor cada rincón de la ciudad
anunciando la tormenta que se avecinaba. El cielo se tornaba con una mezcla
oscura y a la vez encendida pintando sobre este, un atardecer algo peculiar.
Mientras caminaba embelesándome
de estas sensaciones, mis pensamientos revoloteaban como mariposas agitadas
sacudiendo sus alas en mi mente hasta envolverme por completo en un haz de luz
inquietante.
Me deje caer en uno de los
bancos de forja a mi paso, permitiendo que este recorriera con su gélida fiebre
particular cada uno de los rincones de mi cuerpo fatigado, de mi alma rota. Mis
manos temblorosas agarraban a duras penas la botella medio llena que me
acompañaba mientras sus movimientos involuntarios mecían el contenido en
círculos infinitos que mi mirada fijaba.
Cerré los ojos, la brisa se
convertía poco a poco en ventoleras de aire cada vez más fuertes y las gotas ya
rodaban entrelazadas helando mi rostro arrebolado.
-Tranquila la tormenta llega,
pero pronto pasará- me repetía una dulce voz desde lo más profundo de mi ser.
La partida de póker llegaba a
su final, mientras abría la botella cada una de las mariposas que habían
crecido en mi corazón escapaban presurosas de mi interior muriendo
inevitablemente en el duro intento de alzar el vuelo en tierra mojada, las
ahogue.
Al igual que suicidé a esas
mariposas que nacieron producto de todo el amor de mi corazón, intenté fallidamente
matar cada uno de mis sentimientos más puros mientras el agua mezclada con el
salitre de las lágrimas derramadas intentaba purificarme.
Comprendí entonces que en
aquella partida yo solo fui el comodín, la opción perfecta en algunas
ocasiones, ese que se utiliza para ganar algunas manos y se descarta cuando no
es necesario si conseguimos alcanzar el ansiado póker de ases. La reina de
corazones que pisó fuerte en tiempos pasados fue reducida a cenizas, fulminada
sin piedad.
Dos copas brindaban en la
noche, medio llenas de celos, medio llena de miedos, medio llenas de mentiras,
medio llenas de falsa felicidad. Sobre la mesa pude observar con tristeza un
full inacabado, un caballo roto y una reina postiza intentando mantener su
posición sobre el tapete de juego aun sabiendo a ciencia cierta, que nunca
conseguirán hacer una buena mano.
Terminó la tormenta y con ella
comenzó una nueva y dolorosa partida a la que habrá que ponerle valor y ganas.
Este es el juego de la vida, no gana el que se va si no el que olvida.
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