SUSURROS EN LA VENTANA
Tras el viejo ventanal de
madera tintada te observo, en este momento mi mente es algo parecido a un
código de barras que junto a tu camiseta de rayas azules y blancas forman un
delicado cuadro abstracto de desilusión y desanimo. Tu semblante se torna
pensativo y no sé por qué, sería fácil romper de un puñetazo ese delgado
cristal que nos separa para poder regalarte todos los abrazos que nunca te di.
- ¡Qué alegría haberte conocido!
- Exclamaste, hoy hace mil noventa y
cinco días de aquellas palabras, las cuales tengo que reconocer que me hicieron
la persona más feliz del mundo por un momento.
Te regalé un diente de león
para que pidieras un deseo por el día de tu cumpleaños yo pedí otro a la vez,
aunque ahora entiendo que nuestros anhelos eran bastante distintos. Cada
veintidós de mayo vuelvo a realizar el ritual porque creo en la magia y me
niego a seguir pensando que la falta de comunicación nos haya convertido en dos
extraños que se esquivan por las calles, como si dar cariño o sentir fuese un
delito.
Aunque la tarta de esta tarde
sea amarga para mí, disfrutaré al máximo con imaginarte escondida a través de
la ventana, soplando las velas del dulce pastel, esas que anuncian el principio
de tus treinta y siete primaveras mientras recuerdo como sonríes llenando de
felicidad cada espacio que habitas.
Que la vida se te vuelva
bonita eterno amigo, porque para mí aún eres eso y mucho más, que esos ojos
verdes nunca se encuentren melancólicos y que la música de tu existencia siga
regando de maravilla todo a tu paso.
Desde mi ventana cariño y
sentimientos siempre quedarán abiertos, si un día decides volver aquí estaré
pues aún creo en la magia.
Feliz cumpleaños Marco.

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