EL TIC TAC DE MI RELOJ
-Para que la maquinaria
funcione bien hace falta engrasar los engranajes, apretar las tuercas minuciosamente
y unir con mimo todo el desbarajuste que este precioso reloj de cuco alberga en
su interior. La paciencia es el ingrediente secreto, solo así ese pajarito
ahora escondido, volverá a renacer de sus entrañas para dar la hora. Definitivamente
hay que volver a ponerlo en orden. – me miró fijamente tras sus gafas
empañadas, seguidamente me dio un golpecito en el hombro y me sonrió.
Salí del relojero dejando a
buen resguardo aquel preciado tesoro que heredé de mi tía abuela con la
sensación de que aquel señor de gafas redondas no solo me hablaba de mi reloj,
si no que las marcadas arrugas que adornaban su semblante estaban dotadas de
una sabiduría más profunda que intentaba transmitirme a través de su
profesionalidad, aquella tarde invernal.
Camine por las calles
empedradas del barrio antiguo de la ciudad, algunas farolas empezaban a
encenderse a la llegada inminente de la oscuridad que acarreaba la noche. Sentí
un escalofrío recorriendo mi cuerpo de arriba abajo.
Decidí caminar hasta casa a
pesar del frío que se avecinaba, quizá para intentar colocar aquel desconcierto
en el que últimamente se había convertido mi vida. Tal vez, la calma era el
ingrediente secreto para que el mecanismo de mi mente ahora confusa volviese a marchar
como antaño. Pues hacía tiempo que no escuchaba ese tic tac hipnótico que
conectaba cuerpo, mente y alma.
Apreté todas mis tuercas
aquella misteriosa noche acurrucada en mi cálida almohada, con el firme
pretexto de que nada ni nadie dejara de hacer graznar ese cuco sonoro que
albergaba en mi interior.
-Toma cariño tu reloj- me dijo
sonriente.
- ¿Qué le pasaba? – pregunté.
No estaba roto nunca lo estuvo,
solo era cuestión de acomodarlo todo con serenidad.

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