martes, 28 de noviembre de 2023

 

EL FINAL DE LA ESPERA

 

El café con leche humeante bullendo en las tazas de porcelana, dos magdalenas sobre la mesa, desnudas, despojadas ya del papel con que vestían, un azucarero algo desportillado a medio tapar y dos cucharillas colocadas sobre los platillos, engalanaban junto con el mantel a cuadros rojos y blancos algo despintado por el tiempo, la mesa de camilla para la hora de la merienda. Cómo cada tarde desde hace años.

La luz de la media tarde se colaba cálida tras los cristales del ventanal donde Mario descansaba tras la sobremesa. Siempre le gustó reposar en el sillón de su abuela al que tanto cariño le tenía, con el periódico en mano. Ahora era yo quién, mientras el café se enfriaba, me encargaba de relatarle las noticias de actualidad.

Él tomaba mis envejecidas manos y las apretaba fuerte contra las suyas, las uñas mordidas como de niño, me traían a la mente recuerdos de cuando nos conocimos.

Habían pasado décadas desde entonces y aunque la vida siempre nos condujo por caminos diferentes, vivimos vidas plenas y felices separados, porque así lo decidió el destino y nosotros con nuestras propias decisiones.

-Mario cariño ya es hora de la merienda, toma el café- le ordené dulcemente.

Pellizco a pellizco y con cada acorde de la melodía de Nini Rosso que tanto nos gustaba bailando sobre la fría sala, esa magdalena desaparecía con algo de dificultad entre sus gruesos labios sonrosados.

“Il silenzio” siempre le hacía sonreír, por eso cuando terminaba y podía observar los atisbos de la abrumadora tristeza en su semblante, presionaba el botón de play para volver a reproducirla una vez más. Me gustaba verlo feliz, siempre me pareció un chico atractivo cuando sonreía y a pesar de la vejez que lo escoltaba, esos hoyuelos en las mejillas me seguían pareciendo el más bonito cuadro jamás pintado.

-Preciosa…- me susurraba, dejando la mirada perdida en el infinito mundo en el que vivía desde hace tiempo.

“Nunca te canses de esperar” esa era la frase que acompañaba la foto que mis pupilas retuvieron en su memoria fotográfica aquella tarde de noviembre de hace ya, treinta años.

La divina juventud le acompañaba en aquel retrato, también la tristeza de una mirada perdida en el infinito cielo estrellado de la noche oscura, mientras él apoyado sobre la centenaria fuente, pensativo tomaba la instantánea. ¡Bendito tiempo, que se escurre entre los dedos, cuan arena de un reloj, fugaz y efímero! Tiempo de espinas y rosas aquel que se nos fue de las manos.

- ¡Qué rápido pasaron los años tesoro! Pero yo, siempre te esperé – le dije mientras besaba su frente y acariciaba su escaso pelo.

-Perdóname- me repetía sollozante.

-Te perdone desde el primer instante- le contestaba cada tarde, aunque mis reiterados intentos de que me comprendiese fueran desgraciadamente en vano.

Mario duerme a mi lado plácidamente, mientras yo recojo el mantel y la magdalena que nunca termino de comerme ya que la mezcla de sentimientos de emoción y tristeza atorados en mi corazón hacen que se me anude.

-Siempre te esperé, aunque cuando nos volvimos a encontrar quizá fuese demasiado tarde- una lagrima recorre mis mejillas.

Otra tarde más el ocaso irrumpió poniendo fin a la merienda diaria, al igual que un cigarrillo, nuestros momentos juntos, se consumen poco a poco de manera inevitable. Cada nuevo día, volveré a preparar ese café y a desenvolver las magdalenas de limón para ti, con todo el amor del mundo, pues es en el final de nuestras vidas cuando se demuestra que tan fuerte puede ser ese sentimiento al que llaman amor.

Tú y yo estaremos juntos en el final de la espera, porque aún sigo viva para ti en tus más profundos recuerdos.







martes, 14 de noviembre de 2023

 

REINICIANDO

 

“A veces todo es cuestión de tocar fondo y darse cuenta” a ratos recuerdo esa frase y yo sola me aplaudo por lo fuerte y valiente que fui en aquel tiempo ¿Quién mejor que yo?, aunque tengo que añadir que ese fondo del que trataban de avisarme no me gustó para nada, pues se convirtió y ahora entiendo que, para bien, en la peor de mis pesadillas.

Pataleé en el lodo durante tiempo, días, meses, y años sin saber cómo escapar de las profundidades en las que me ahogaba sin remedio aparente para mí y hasta llegué a pensar que aquello era inevitablemente el final, mi final.

Que la vida es así… ¿cómo? La vida es como cada uno quiera moldearla y sí, salir de la mierda en la que se había convertido mi existencia me ayudo a transformarme como persona. Es por eso que ahora afronto la realidad con otra perspectiva y con otra tranquilidad, porque todo absolutamente todo es temporal.

Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte y es la pura realidad, en esta metamorfosis que experimente conseguí alcanzar proyectos y metas que jamás hubiese imaginado ni en los mejores de mis sueños y lo más importante de todo aprendí y comprendí el significado de la palabra felicidad.

Como decía Antonio Machado “Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo, despertar” mi interpretación personal es que vivir sin sueños y con conformismo nunca nos llevara a ese despertar de nuestro yo interior, ese que a menudo, la mayoría de las personas prefieren dejar adormilado en la comodidad de su vida diaria.

Así que sal ahí afuera y pelea por tus sueños porque por más complicado que parezca todo, el fin solo llega cuando morimos en vida y eso lo decidimos nosotros con nuestro cambio de actitud frente a esta y sus desafíos.

Reinicia y cambia lo que no te gusta, afronta aquello a lo que le tienes miedo, renueva tu pensamiento arraigado en las creencias inculcadas y ten por seguro que todo lo bueno llegará a ti de alguna forma inesperada. No escuches opiniones de los demás y haz lo que te dé la gana, como y cuando quieras, que nadie corte tus alas, pues solo tú eres el guionista de tu propia historia.

“Si está hecho con amor está bien hecho” que nunca te intenten convencer de lo contrario. Vive sin juzgar y no serás juzgado. Transforma tu realidad de tal manera que los que te quieran en su vida tengan que aceptar tu nueva versión.

¡Vive!

Reiniciando en tres, dos, uno.


#pensamientos de una tarde de noviembre por el Paseo de Antonio Machado.


A veces escribir y soltar lo que sentimos nos hace liberarnos de ciertas presiones que nos aprietan el alma, yo lo hago desde la escritura y los paseos rutinarios por este entorno maravilloso.


Baeza, 14 de noviembre de 2023















 

TITANIO Y ORO

 

Érase una vez en un remoto lugar, un entregado soldado conocido como el caballero de titanio. Su carácter frío como el acero, insensible y déspota le dotaban del poder del miedo infundado que provocaba en sus semejantes.

Cada mañana se enfundaba en sus botas militares de cuero natural cubriendo no solo su cuerpo sino también su corazón de hielo, con una chamberga algo roída por el paso de los años.

Jamás se conmovía ante ninguna situación cotidiana que le aconteciera pues, ¿puede ser una persona empática si siempre ha sido tratada bajo la más estricta dureza? Tristemente él la sufrió desde la cuna.

Fernando, que así le llamaron de pila, vagaba por la vida sin comprender del dolor ajeno, haciendo su trabajo rutinario de vigilancia y confundiendo ese temor que imponía, con ser alguien superior a los demás.

La tarde en que Fernando caminaba de vuelta a casa por el bosque, oscurecía por momentos. Como si de un tráiler de película fantasmagórica se tratase, las sombras que los arboles arrojaban a su paso engullían hambrientas el estrecho sendero que parecía no tener fin.

Un vago sollozo que procedía de entre unos matorrales cortó como si de una navaja afilada se tratase, el silencio casi sepulcral del ocaso. Martina le miraba asustada bajo las pestañas más enormes que éste jamás había contemplado.

-Tengo miedo, apapáchame como lo hacía papá- susurró la niña.

Los ojos del soldado inertes hasta entonces, desprendieron al instante un brillo mágico de compasión y ternura inexplicables.

Y es así y a raíz de aquella tarde, como el caballero de titanio transformó su duro corazón en una pieza de oro valiosa.

Y es que cuando alguien nos acaricia con lo más profundo de su alma no hay barrera imposible de traspasar.

Que valga esta breve historia como ejemplo.


Reto #apapachar Relato de 300 palabras a partir de lo que sugiera la palabra propuesta.



Foto tomada de la red



Relato premiado con el reconocimiento semanal por parte del grupo "Escritura Creativa para aficionados"





viernes, 3 de noviembre de 2023



DIVINO RESPLANDOR

 

Como cada primero de noviembre el campo santo silencioso y oscuro durante las largas noches del año se convierte en algo parecido a una fiesta para mí.

Cientos de velas centelleantes se prenden para alumbrar las almas de los que ya partieron, el olor a cera quemada que acompaña al frío estival, hace que mi pequeño cuerpo se estremezca. Hacía tiempo que no sentía eso, desde el último día de difuntos.

Camino despacio entre los crisantemos y claveles que adornan tumbas y nichos portando entre mis manos una calabaza con una pequeña vela encendida en su interior, es la mejor manera de que en esta noche misteriosa mi resplandor pase desapercibido. Para tal fin, también cubro parte del gélido rostro con la bufanda a rayas que mamá tejió para mí con todo el amor del mundo.

- ¿Truco o trato? – pregunto sonriente a la mujer que, sollozando, entona entre dientes unos rezos al lado de la diminuta cruz de color marfil.

Como cada año ella saca del bolsillo de su pelliza color caoba un puñado de caramelos de regaliz (mis preferidos) y extiende en absoluto silencio sus manos suaves como la seda hacía mí, para ofrecerme tan ansiado regalo. Me acurruco despacito en su regazo dejando la calabaza sobre la inscripción de la fría tumba que contiene mi nombre.

- Hicimos un trato mamá, siempre estaré contigo – le susurro suavemente al oído. Ella estrecha los brazos sobre su cuerpo a modo de abrazo mientras su corazón aún vivo, parece querer salirse del pecho.

Tocará esperar otro frio noviembre para que la álgida noche se convierta en un cálido remanso de paz, donde dos corazones unidos por el asombroso poder del amor y de la luz se fundan de manera mágica una vez más.

Mientras tanto búscame en tus sueños, mami.



Gracias a mi amigo Eduardo por esta maravillosa e impresionante foto del cementerio de Bélmez de la Moraleda (Jaén)

Reto #calabaza 
Escribir un relato de 300 palabras con lo que te sugiera esta palabra.

Relato premiado con el reconocimiento semanal en el concurso en el que participo.





 

 

TÉ PARA TRES

 

En estos tiempos de controversia en los que discuto a diario con mi mente, sigo sin comprender en qué momento morí en vida para los ojos de Laura. Aun durmiendo en mi misma cama cada anochecer, resguardados por la misma cobija que se torna fría como un tempano con su presencia, intento buscar aquellos momentos de felicidad que compartimos, cuando abrazaba mi torso desnudo y me juraba que siempre sería el hombre de su vida. 

La quise con alma y corazón, soporté todo por ese amor que le tenía, enmudecí mis sentimientos, ahogué mi pena y mi dolor hasta que un día no dio para más. De que aún la quiero no cabe duda, pero siento que nunca fui suficiente para ella, me lo demuestra cada día cuando mi beso escurridizo no es suficiente para hacerla siquiera sonreír.

En este vacío al que me lanza a diario desde hace tiempo, intento encontrar la felicidad efímera en otras situaciones de la vida, dándome cuenta de que no solo soy yo el roto. Marta llora en mi pecho a veces, sin saber por qué, en otras ocasiones lo hacemos juntos y a veces, solo basta ese silencio y un abrazo en la oscuridad para sentir que en esta ruleta rusa de las relaciones todos estamos tocados en mayor o menor proporción por algún tipo de flecha.

Y es así como el corazón tiene razones que la razón desconoce, y es por eso que cada día el té para tres está servido en taza de porcelana, bien caliente como si de un ritual inglés se tratase.

Las tazas sobre el mantel, la lluvia derramada, un sorbo de distracción buscando descifrar una mirada, la miel en los labios, el hielo en el corazón y el reloj que marca la hora punta de la partida.




Reto #palagrafías Escribir un relato de 300 palabras a partir de lo que te sugiera esta imagen.

En esta ocasión Té para tres de Gustavo Cerati es la canción que acompaña a mi escrito.






jueves, 26 de octubre de 2023

 

RESILENCIA


Rueda que rueda la vida, como ruleta,
Esperanza dulce, terminó inmolada,
Sueños disueltos antes de meta
Ilusiones ahogadas en lágrimas saladas.
Lienzos en blanco por colorear,
Empezar el camino desde el fondo.
Nunca imaginé renacer, volver a empezar,
Cada decepción, convertirla en logro.
Intentando superar poco a poco ese pasado,
Ahora empiezo a ser feliz, pues mi vida he transformado.

Acróstico #resilencia

¿Qué es un Acróstico?
Un acróstico es una composición poética en la que la primera letra de cada verso forma una frase o nombre cuando se agrupan en vertical. Las palabras reveladas evocan la imagen literaria, el concepto o la dedicatoria del poema.



jueves, 19 de octubre de 2023

 

 EL ÚLTIMO DÍA DE MI VIDA

 

El aroma del café recién hecho anunciaba el nacimiento de un nuevo amanecer. Las calles de la ciudad, vestían con un manto de nubes blanquecinas que apenas dejaban dibujar las figuras de los escasos transeúntes que las habitaban.

Me levanté temprano dejando tras de mí la cama alborotada un día más de tantos, pues quería aprovechar ese plazo de veinticuatro horas que me restaban, para cumplir todos mis más profundos deseos antes de partir.

Me tomé el tiempo necesario para disfrutar de una agradable ducha bien caliente, utilizando mi gel favorito de aroma a coco en una proporción bastante generosa. Cerré los ojos mientras el agua a una temperatura casi volcánica, recorría mi cuerpo desnudo proporcionándome el bienestar necesario para comenzar aquello que terminaba.

Para empezar bien el día y tras el café “mañanero” para no entrar mucho en detalles, tomaría con mi familia y amigos un desayuno de churros con chocolate bien caliente en la terraza del Café Mercantil bajo el gustoso calorcito de una de sus estufas de llamas chisporroteantes. La tertulia y las risas aseguradas nos conducirían en un suspiro hasta la hora del ángelus.

El ángelus para los de mi entorno y para mí siempre ha sido sagrado y se toma a partir de las doce. En este caso siempre contamos con la compañía de una buena rubia y como yo elegía en este día, invitamos a la celebración a “Estrella Galicia” ¡esta buenísima cuando se recubre de esa escarcha que la hace irresistible! Bien fría, al contrario que la ducha.

- ¡Camarero otra ronda! Y ponte de tapa ochío de Baeza con morcilla de caldera de la Sierra de Cazorla-

Básicamente porque en el infierno no creía poder disfrutar de lo que para mí es uno de los mejores manjares para el paladar. No soy muy exquisita como podéis comprobar, pero sobre gustos no hay nada escrito, así que ese día nos saltaríamos la dieta a la torera, sin remordimientos.

- ¡Que rule otra ronda de purillos Don Julián, que la ocasión lo merece! -

 Aquello se nos empezaba a ir de las manos, literalmente.

El café lo omitiríamos ya que llegados a este punto el reloj marcaba las siete de la tarde y el gibao (llamado así en mi pueblo) nos estaba esperando (Gin Tonic en la capital) ahí sí que ya se lio el lío, así que como dijo Maira Gómez Kemp “hasta aquí puedo leer” o más bien escribir.

Llegué a casa exhausta, con dolor en la tripa de tanto reír, no sin antes despedirme de la cuadrilla bailando la última canción de la noche, y como con chocolate empezó esté día con el chocolatero llegó a su término.

- ¡Paquito… eh! -

¿Y si disfrutamos cada uno de nuestros días como si fuese el último? Por suerte o por desgracia nunca sabremos cuando de verdad llegue ese momento, así que aprovechemos cada instante, disfrutemos de cada risa, abracemos fuerte, seamos intensos, o como nos dé la gana, pero seamos felices a diario.

 

¡Salud!





Reto #pregunta 

A la pregunta propuesta ¿Qué harías el último día de tu vida? Contestar sin límite de palabras.



Relato premiado con el reconocimiento semanal


En este caso acompaño mi relato con esta canción que me encanta "LA FIESTA"





miércoles, 18 de octubre de 2023

  

RENACER


Rota y ahogada mi sonrisa en el reflejo de un inerte espejo

Entendí que tenía que volver a aprender a caminar.
Nunca imaginé que mi resurgir a la realidad fuese tan complejo
Ahora sé que solo necesitaba entender, amarme y aceptar.
Convivir con mis demonios, esos que nunca escuché,
Entender que en esta vida no hay que forzar lo que no fue.
Revivir de las cenizas, volando al cielo, como un ave de papel.

Reto acróstico #renacer.



 

INMARCESIBLE

 

Imposible acallar esas profundas y crueles palabras, que aún retumban en mi mente.

Nací y morí en el mismo instante en que la enfadada voz acusadora me maltrató.

Mi mundo girando a mil por hora, desconcierto, incertidumbre que congeló mi corazón ardiente.

Apnea, alma desnuda, ropa blanca, lágrimas resbaladizas, mi pecho atropellado, suspiro.

Rosas perfumadas son con sus espinas, grandes pasiones y amor.

Corazones encadenados, suaves besos, dulces caricias, que acabaron en traición.

Entendí que la maldita distancia, que en la trinchera nos separó.

Solo era una vez más el universo con su plan divino, destino suspicaz y precoz.

Ilusiones vagas de momentos felices, ahogadas sonrisas, eternas miradas, desvanecieron en el infinito.

Barrancos de añoranzas perdidas que, en cada pequeño detalle, me llevan a ese tiempo aún deseado.

La fe en la humanidad murió para siempre, celebrando así su triste funeral en mi corazón marchito.

Eterno e inmarcesible, por ti es mi sentir ahogado, en otra vida te espero no tardes porque te extraño.


Reto #acróstico INMARCESIBLE premiado con el reconocimiento semanal.




Así como algunas personas y sus melodías, hay libros que son inmarcesibles. Foto tomada en la biblioteca municipal de Baeza.




jueves, 5 de octubre de 2023

 

DILE SI A LA VIDA

 

- ¡Rápido, tienes que entrar al examen! – me ordenó.

Me despedí de él con la certeza de que sería la última vez que nos veríamos.

-Adiós mi amor- susurre, mientras el rastro de su coche se perdía en la oscuridad de la solitaria avenida.

Durante aquellos eternos sesenta minutos mi cuerpo tembloroso ya no sentía miedo, solo quería que el minutero del reloj cabalgara deprisa, acelerar el tiempo con una varita mágica para que llegase el momento de llevar a cabo el plan que en mi mente se había estado ideando durante todo el día.

Ya no sentía miedo, solo rabia con el mundo y conmigo misma. Estaba claro, aquella tarde dejaría de un lado los temores, mi sentencia esta vez era firme e inamovible. Estaba totalmente decidida a cometer la mayor cobardía que a un ser humano se le puede pasar por la imaginación.

Tomé las pastillas a escondidas y las guardé en el bolso, aquel sería mi último examen y esos dos besos en las mejillas la despedida final.

Pero al igual que aquel punto de inflexión se interpuso en mi camino para que tomara aquella atropellada resolución, su abrazo fue el aliento que le faltaba a mi vida en ese momento y entonces sentí miedo a perderlo y miedo a perderme.

- ¿Pensabas que te soltaría? – murmuró, mientras agarraba fuertemente mi rojiza cara entre sus manos.

- ¡Juntos saldremos de esta! - me dijo, sonriendo con una enorme tristeza.

En la vida hay pozos oscuros de los que es difícil escapar una vez que tropezamos y nos encontramos en el fondo. Esos agujeros llamados errores, decepciones, problemas, si no son bien gestionados pueden hacernos acabar en la profundidad de una peligrosa depresión.

Escuchar las señales es de vital importancia, ante todo ¡vive!

“Dile SÍ a la vida”




Reto #miedo en el que participo esta semana.

Relatos de 300 palabras


jueves, 28 de septiembre de 2023

 

OTOÑO

 

Otro año más, las suaves hojas son mecidas por el vaivén del viento

Tiñendo los parques con un delicado manto de matices amarronados.

Observo el latir de mi corazón sobreviviendo en su ultimo intento,

Ñoños se abrazan con dulzura dos enamorados.

Olvidando que al igual que la estación, el amor es pasajero.



Parque Leocadio Marín, otoño de 2020

Aunque no soy de versos esta semana se propuso en el grupo de escritura en el que participo semanalmente el reto #acróstico otoño y me dije ¿por qué no? OTOÑO esa estación mágica.




 

EL LIMITE DEL BIEN

 

Había una vez dos ángeles que mantenía una reiterada disputa sobre el bien y el mal. El ángel bueno como así lo conocían, portaba vestimentas de un blanco inmaculado. Su cabello rubio ensortijado adornaba el sonrojado rostro angelical de una forma naturalmente bella que, junto con el verde de sus ojos profundos, culminaban la escultura en la que éste se convertía. Un querubín creado por el mismísimo Miguel Ángel.

El ángel malo, por el contrario, era de tez morena y pelo color azabache al igual que los ropajes que portaba, de ojos oscuros tornasolados tan únicos y espectaculares como son las perlas negras de Tahití. Su mirada intensa y penetrante, hacía enloquecer a todo el que se atreviera a mirarle fijamente. La voz rasgada junto a una sonrisa perversa lo convertían en el pecado perfecto para cualquier alma descarriada que se encontrara a su paso.

- ¡Maldito hijo de satán! Con tus enrevesadas mentiras, has conseguido llevarte más almas del purgatorio que yo ¡arrepiéntete y toma mi mano! – bramaba descontento mientras su cara enrojecía por instantes de la furia.

- ¿Yo? Solo sé que no se nada – contestó con serenidad, mientras peinaba su flequillo sensualmente con los enormes dedos.

- Míralas, son felices. Almas desencadenadas de vuestras absurdas normas que solo las hacían vivir en un mundo de amargura, bien están así. – prosiguió argumentando con la misma calma.

- ¡Arderéis en el eterno infierno! – maldijo, mientras escupía rabioso a la cara de éste.

El ángel bueno ordenó a todos sus súbditos que lo siguieran y estos le acompañaron en estricto orden, como ovejas de un rebaño bien educado.

El bien o el mal se refleja en cómo tratamos a los demás “querubín”, pues el divino cielo o el incesante infierno habita en nuestro interior. Lo demás es una estúpida fachada.



Reto #palagrafías ángel ¿Qué te sugiere esta imagen?

Relato de 300 palabras con el que participio semanalmente en el grupo de Facebook Escritura creativa para aficionados.

 

 

lunes, 25 de septiembre de 2023

 

 EL SECRETO ESCONDIDO

 

A veces camino por esa calle, inmediatamente mi cuerpo se paraliza ante esa majestuosa puerta robusta de madera color caoba, me detengo frente a ella y puedo casi escuchar los lamentos escondidos que se encuentran en el interior del número diecisiete de la calle Puerta. En silencio, la casa arroja una vibración oscura que eriza cada vello de mi cuerpo, observo atónita las tejas que adornan su fachada imaginando los secretos escondidos que alberga en su interior. No es una casa cualquiera, pues esta aloja tras de sí, una historia escalofriante.

Una tabla de ouija en una noche invernal desató el caos entre un grupo de adolescentes que aburridos decidieron reunirse en aquel lugar para descubrir secretos del más allá. La curiosidad a veces puede ser un tanto peligrosa y lo que comenzó con un juego terminó en noches de terror, voces fantasmagóricas que los perseguían, objetos que se movían a su alrededor y una serie de hechos inexplicables que terminaron en tragedia.

Cuentan que los cinco amigos murieron en circunstancias extrañas y se dice que la casa los atraía hacia el interior. El primero de ellos se quitó la vida en ese oscuro hueco de escalera y así seguidamente, la casa llamaba uno por uno a esos cinco chicos que terminaron perdiendo la razón por completo.

Cuando la noche se asoma y las farolas de la calle prenden su luz, se pueden observar las sombras escondidas tras la vieja persiana de madera. En el silencio se escuchan los chirridos de la antigua escalera de madera que preside la entrada y ese magnetismo al pasar frente a ella es algo susceptible de percibir para cualquier persona mínimamente sensible.

La casa embrujada (como así la llaman) siempre fue una leyenda llena de misterio e incertidumbre, tanto como el que ella transmite.




Relato de 300 palabras con el que participo en el reto semanal #elsecreto



 

 

LA MÚSICA NO SE TOCA

La música como terapia en niños con TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad)

Queridos lectores:

En esta ocasión y siguiendo con la línea del anterior número, os voy a contar si me permitís y de manera breve, una experiencia personal.

En primer lugar, os explicaré lo que es el TDAH, una afección crónica que afecta a millones de niños y que a menudo continúa en la edad adulta. Este incluye una combinación de problemas persistentes, tales como dificultad para mantener la atención, hiperactividad y comportamiento impulsivo.

Las personas con TDAH tienen dificultad para concentrarse en tareas y controlar su atención. Este trastorno, puede limitar las capacidades de estudiar o trabajar y puede causar estrés, ansiedad y depresión en los que lo padecen.

Después de una dura lucha y tras obtener un diagnóstico claro, el psicólogo me propuso apuntar a mi hijo al conservatorio para que sociabilizara y pudiera controlar sus emociones y sus impulsos, yo no lo dude.

Desde el momento en que la trompeta se convirtió en su más fiel compañera comenzó una aventura maravillosa para él y para toda la familia. Conoceríamos de primera mano la alegría que esta práctica produciría en nosotros y como nos ayudaría a superar los obstáculos que entorpecían nuestro camino.

Durante años mi hijo tocaba la trompeta cada tarde y ese rato de desconexión le ayudaba a tranquilizarse y a canalizar el estrés que le producía el día a día, algo que realmente había sido imposible hasta el momento. Digamos que a través de sus ensayos y clases semanales soltaba todo lo que le hacía mal dando paso a una serenidad absoluta.

Actualmente sigue haciéndolo como un hobby y como parte de su terapia y esta práctica poderosa, sigue apoyándole en el camino de la vida y del crecimiento personal. En este sentido, me aventuraría a animar a que todos los niños independientemente de su condición comprueben por si mismos el placer y la satisfacción que supone fabricar música.

Espero que esta anécdota sirva para que muchos niños se animen con el tema de tocar algún instrumento y por qué no, también algún “no tan niño” al que como a mí, le llame la atención este mágico mundo.

En último lugar me gustaría hacer mención a la asociación a la que pertenecemos desde hace algunos años AJADAH (Asociación Jienense de Afectados por Déficit de Atención e Hiperactividad) situada en Linares. Si algunos de los que me leéis estáis en una situación parecida a la que yo viví, os animaría a que contactarais con ellos. Pues todos formamos una gran familia donde pequeños y mayores nos ayudamos, escuchamos y apoyamos mutuamente en este camino ¡No estáis solos!

Termino haciendo mención a una canción que el cantante Melendi compuso para la película “Como entrenar a tu dragón” que se titula “El cielo nunca cambiara” y se la dedico en especial a todos los niños TDAH, a todos aquellos con corazón naranja.

“Existe todo aquello que puedas imaginar

Tan solo tienes que creer con fuerza

Todo lo que desees a tu vida llegará

Si no dejas que el miedo te detenga”

Recuerda que la melodía que baila tu vida depende de ti.


Artículo con el que colaboro en la revista trimestral " Begíjar Informa"

Septiembre de 2023













domingo, 24 de septiembre de 2023

 

Título: TIEMPOS DE ESPINAS Y ROSAS

 

Seudónimo: Pajarillo soñador

 

Begíjar, 31 de mayo de 1937

Los primeros rayos tenues que el alba anunciaba parían con tremenda fatiga un nuevo amanecer sobre el pueblo. Pareciera que el sol, algo tembloroso, tuviese miedo de asomar su cálido rostro hacia la cruda realidad a la que le tocaba enfrentarse y, pudoroso, se escondía entre los borreguitos que adornaban el cielo aquella desagradable mañana. La noche que le había precedido había sido bastante agitada, pues el constante y ensordecedor ruido de los aviones sobrevolando el valle del Guadalquivir, acompañados por el sonido que producían los impactos de granada sobre los campos cercanos convirtieron la velada en una vigilia de oscuridad, miedo e incertidumbre total.

Me llamo Aníbal. Nací en una lúgubre madrugada de mayo en un bonito pueblo de casas pintadas con cal blanca, enclavado en el corazón de la provincia de Jaén, llamado Begíjar. Nadie elige cómo, cuándo ni de qué manera aterrizar en el mundo de los mortales al que llamamos vida. Yo lo hice entre llantos de espanto y alguna que otra sonrisa de felicidad bajo el arrullo de una canción de cuna algo inadecuada para un neonato.

Los dos primeros años de mi supervivencia no fueron para nada fáciles, pues el suministro alimenticio escaseaba y las deficientes condiciones sanitaras a las que nos enfrentábamos no ayudaban demasiado. Nuestros cultivos se aquejaban de la desolación y las heridas que a su paso dejaba la guerra que nos azotaba con cruel dureza. La hambruna se hacía presente, pero mamá siempre fue una luchadora y cada vez que en mi cara se dibujaban las huellas de ésta, ella me arrullaba para proporcionarme calor y ofrecerme un chupetón de leche calentita. Aunque la mayoría de las veces me quedaba con apetito, el cariño y el amor que me transmitía hacían que la situación fuese más llevadera. Aún recuerdo sus manos suaves acariciando mi pequeña cabeza mientras musitaba mi nana preferida “Pajarito que cantas” y me susurraba al oído “siempre serás mi guerrero” (curiosamente ése era mi primer apellido y Medina el que heredé de mamá, aunque todos me llamaban “Pajarillo”).

Viví mi infancia en el cortijo del Amor Hermoso, ya que mi madre se encargaba de mantener limpio y ordenado aquel maravilloso lugar de paso, donde los muleros paraban a descansar a la subida de Posadas Ricas y daban de beber agua a los pobres animales que sedientos sumergían sus hocicos en los abrevaderos hasta saciarse. Yo desde pequeño ayudaba a mi tío Bernardo con las ovejas en el corralón en el que trabajaba como pastor, al lado del cementerio, y me encargaba de la apertura y cierre de éste, además de realizar los trabajos propios de un enterrador a pesar de mi corta edad. El tío Ber, como cariñosamente le llamábamos, era el menor de los hermanos de mi padre y vivió la guerra muy de cerca ya que fue reclutado para luchar en el frente cuando apenas contaba con diecinueve años. A mí me gustaba escuchar las batallas que, con orgullo y énfasis, me relataba cada tarde mientras los herbívoros pastaban a sus anchas por las eras.

Aquella tarde de principios de marzo, la cálida brisa nos acariciaba el rostro con sutileza mientras descansábamos a los pies de un olivo. Entre tanto, las ovejas realizaban su paseo rutinario.

- Tío, cuéntame esa historia de guerra de la que papá nunca ha querido que me hables. Creo que ya tengo edad suficiente, ¿no crees? ¿Cómo perdiste tu mano? -no os lo dije, pero desde que tengo uso de razón recuerdo a mi querido tío sin uno de sus miembros superiores, aunque esa herida de guerra nunca le haya impedido realizar con favorable éxito todos sus quehaceres.

- Querido Pajarillo: pronto cumplirás los dieciocho años; prometí a tu padre que no lo haría hasta que llegara ese momento, pero considero que ya estás preparado para escucharla -me respondió para mi sorpresa, pues ya lo había intentado fallidamente en numerosas ocasiones.

Entramos al cementerio y, mientras caminábamos por el camposanto revisando que no quedase nadie en el interior tío Ber, comenzó a relatarme “la historia de un begijeño en la guerra”, algo que sin lugar a dudas cambiaría mi futuro para siempre.

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Almería, 31 de mayo de 1937 “El gran bombardeo de Almería”

Bruno y yo nos conocimos en el frente, pues el destino tenía para nosotros designada esa pesada y forzosa cruz. Pese a que no eran las circunstancias más favorables para que brotase ningún tipo de sentimiento de amistad alrededor de nosotros, esa conexión que tuvimos desde el primer día nos hacía sentirnos un poco más fuertes para sobrevivir a la miseria y caos que nos rodeaba.

Aquella madrugada se presentaba tranquila: la quietud de la noche junto al manto de un cielo estrellado que anunciaba la llegada prematura de un verano inaplazable eran nuestra compañía durante la vigilancia nocturna.

Bruno me hablaba constantemente de su familia y de todos los proyectos que tenía en mente realizar junto a ellos cuanto volviera a casa en Vélez-Blanco, un bonito pueblo de interior situado en la provincia de Almería. Me entretenían sus historias del más allá, las cuales siempre escuchaba con el máximo respeto, pues mi amigo, que de profesión era enterrador del pueblo, amenizaba las largas jornadas de vigilia mientras yo le contaba de mi pueblo Begíjar, del encanto de sus calles empedradas y mágicas, de las tardes de verano y de mis hazañas de niño junto a los amigos, de cuando decidimos meternos a monaguillos de la parroquia de Santiago Apóstol para bebernos el vino de la consagración sin que el padre Orestes ni siquiera lo sospechase.

- Es curioso Ber. Siento como si conociese tu pueblo de toda la vida; desde niño sueño con un lugar parecido al que describes como tu hogar: un majestuoso cortijo blanco que se alza al cielo azul como un poderoso gigante en medio de un espeso olivar adornado por una vega repleta de campos de rubios trigales, también con una chica de pelo color de fuego que me tararea una nana “Pajarito que cantas” mientras me arrulla dulcemente -era lo que me repetía una y otra vez mientras sus enormes ojos verdes se perdían pensativos en el infinito.

La calma de aquella noche de repente se tornó ultrajada por el estrepitoso ruido de los aviones atravesando de forma continua el firmamento presagiando que algo estaba por suceder y devolviéndonos de manera inminente al momento presente tan amargo que nos tocaría vivir. Las bombas empezaron a caer sobre la zona. El caos se apoderó de nosotros mientras intentábamos resguardar a las gentes del pueblo en los refugios subterráneos que se construyeron en la ciudad de Almería para este fin. De repente, un artefacto cayó casi a nuestros pies despidiendo nuestros cuerpos a varios metros de distancia. Mis oídos ensordecidos solo alcanzaban a escuchar los gemidos de mi compañero, casi mi hermano, pidiendo auxilio. Me quedé atrapado entre los escombros de una de las viviendas devastadas por el ataque y el dolor que sentía en mi mano derecha era como el de mil navajas empuñadas sobre esta. Pude arrastrarme hasta donde se encontraba Bruno, pero sus ojos verdes ahora no brillaban de ilusión sino de resignación, la conformidad que precedía a una partida inevitable. Lo abracé fuerte mientras mi uniforme se teñía de color rojo con la sangre caliente que brotaba de su pecho.

- ¡Aníbal! -musito, mientras su pulso se desvanecía dando paso a una paz absoluta.

Esas fueron las últimas palabras que me regaló Bruno Esparteros de Haro, mi hermano de combate.

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A partir de ese momento comprendí de manera inmediata que la vivencia que el tío Ber me contó esa tarde tenía una relación bastante estrecha conmigo por algún motivo que desconocía. Muchas de las situaciones extrañas que me sucedían a diario desde que nací, las pesadillas de guerra que me despertaban en las largas noches de invierno de manera fortuita con el sonido de un enorme estallido, el sosiego que me proporcionaba deambular por el cementerio, a pesar de ser un lugar al que a la mayoría de la gente no le gustaba visitar, aquellos espacios que mi mente recreaba y que describía detalladamente desde niño a mi madre y a mí tío ahora recobraban algún sentido para mí. Lugares que nunca conocí pero que mi subconsciente me recreaba cuando mi mente consciente abandonaba este mundo terrenal para dar paso a un largo y reparador sueño.

Cuando cumplí los dieciocho años fui llamado para realizar los servicios militares en el cuartel de reclutamiento de Almería, pero al contrario que muchos de los de mi quinta, yo estaba emocionado con conocer aquel sitio. Imaginaba cómo sería la inmensidad del mar y el sonido de las olas mecidas por el viento, pues los que volvieron al pueblo después de la mili contaban que era como si en un punto del infinito el mar Mediterráneo y el cielo azul se fusionaran en uno sólo. Durante los dos años que permanecí realizando el servicio militar, obligado para nosotros en aquellos años, fui el ojito derecho en el cuartel, pues aprendía rápido, como si lo de ser soldado fuese innato en mí. En uno de los permisos que obtuve por mi buena conducta y trabajo decidí que visitaría Vélez-Blanco y, por supuesto, su cementerio, pues algo en mí interior me empujaba a hacerlo de manera incontenible. Tras un día de viaje en aquel Renault 4 CV llegué por fin a aquel pequeño pueblecito emplazado en la ladera de una montaña árida típica de la zona, coronado en su punto más alto por el castillo de los Fajardo, el más grande que había conocido hasta el momento, pues nunca había salido de Begíjar hasta aquel entonces. Esa noche descansé en una posada con la intención de visitar el camposanto al día siguiente.

Cuando llegué al cementerio a primera hora de la mañana se podía respirar una calma casi divina. El cielo encapotado anunciaba las lluvias previstas y tan necesarias para el mes de abril que se aproximaba. Solo sabía el nombre del compañero de batalla del tío Ber y no dudé en preguntar al sepulturero que rondaba entre los pasillos repletos de cruces clavadas en la desértica tierra almeriense.

- ¡Disculpe! Estoy buscando a un amigo fallecido -le dije.

- ¡Hola, chaval! Dime su nombre y te ayudaré -me respondió sonriente.

Marcelo, que así se llamaba, era un hombre entrado en años, con semblante risueño y cara bonachona adornada por un hermoso y espeso bigote.

- Bruno Espartero de Haro -le dije con orgullo, pues le tenía un cariño especial a aquel hombre valiente al que conocía desde hace tiempo a través de mis sueños.

- Está en la parte antigua, junto a los fallecidos en la guerra, baja esas escaleras y encontrarás las tumbas a la derecha -me dijo amablemente una vez más.

Conforme bajaba los escalones de piedra enmohecidos, mi corazón se aceleraba desenfrenado como si quisiera escapar del pecho, pues todo para mí era familiar. Mis sueños reveladores desde la niñez ahora se acompañaban de sensaciones, mientras la piel erizada por la suave brisa que me acompañaba en ese momento me confirmaba que, por algún motivo desconocido para mí, yo debía de estar allí aquel día y en esa precisa hora. Me detuve delante de aquella cruz de latón acompañada por una placa con una vieja inscripción emborronada por el paso del tiempo y mi cuerpo directamente me ordenó que me inclinara ante ella, proporcionándome a su vez una sensación de armonía absoluta. Cerré los ojos, mientras las lágrimas calientes y descontroladas que brotaban de ellos bañaban mi rostro gélido tímidamente.

- ¡Hola ¿Quién eres tú? ¿De qué conoces a papá? -una dulce voz femenina me hizo salir del trance en el que me encontraba sumido.

Cuando volví la vista hacia atrás, mis ojos pudieron contemplar a la mujer más hermosa que estos jamás habían imaginado. Era una chica joven, más bien delgada, de pelo largo y rubio, el cual le caía sensualmente por el hombro de una forma delicadamente natural. Sus ojos verdes esperaban ansiosos mi respuesta.

- Me llamo Aníbal y no conozco a tu padre. Bueno, en cierto modo, sí –titubeé.

- Yo soy Gabriela. No conocí a mi padre pues mamá estaba embarazada cuando él partió al frente. Vengo a visitarle cada mañana -me contestó algo triste.

Después de un largo rato de conversación le expliqué el por qué me encontraba allí y ella me habló largo y tendido de su familia. Salimos del cementerio y me invitó a conocer su casa y a su madre, una señora muy agradable que amablemente me invito a comer migas de harina, las más ricas que había saboreado en mi vida.

Volví al cuartel tras un día fabuloso junto a una familia que ya consideraba casi mía, renovado, con un sueño cumplido, no sin antes intercambiar la dirección postal con Gabriela.

- Escríbeme -le dije y me despedí de ella con dos sonoros besos en las mejillas.

Las cartas de Gabriela eran cada vez más frecuentes. En ellas me contaba sobre su día a día como chica de servicio en una de las casas más adineradas del pueblo. Yo le respondía que en unos meses la llevaría conmigo a Begíjar al finalizar el servicio militar. Y así lo hice.

Después de recibir los santos sacramentos, Gabriela y yo unimos nuestras vidas para siempre y vivimos un matrimonio feliz y pleno en Begíjar, en el número cinco de la calle Esparteros. Ella ayudaba a mamá en sus labores en el cortijo del Amor Hermoso mientras yo trabajaba como sepulturero para sustentar a la bonita familia que pronto formamos.

¿Creéis que todo lo que sucede durante nuestra existencia es casualidad? Desde luego, nada en mi vida lo fue. Desde el instante en que vi la luz de esta por primera vez, mi destino estaba unido al de Gabriela y al de Bruno. Todo tiene un por qué, pues el murió para que yo naciera y cuidara de su pequeña. Así de caprichosa es esa fuerza inexorable que ocurre sin un aparente por qué, así es el destino, el que tenemos escrito cada uno de nosotros desde el primer hasta el último día de nuestro caminar.

Me llamo Aníbal. Nací un día de guerra en Begíjar para felicidad de mi familia mientras en otro hogar a su vez, en un pueblecito llamado Vélez-Blanco, lloraban la triste pérdida de su ser más querido. Solo los designios de Dios saben porque ocurren las cosas. Mi conclusión es que todo lo malo por inentendible o difícil que parezca en el momento, trae tras de sí algo bueno para nosotros. Sólo es cuestión de esperar las respuestas con paciencia y aceptación pues entender se hace imposible en algunas situaciones.

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Aníbal y Gabriela vivieron una vida longeva y feliz, sin muchas comodidades eso sí, pero con la certeza de que disfrutaron cada minuto de las pequeñas alegrías que ésta les ofreció cada día, pues pienso que a veces no se necesita de mucho para ser afortunado: es cuestión de mirar alrededor y entender que la dicha se encuentra en el modo en el que miramos la vida y en lo básico que ésta nos brinda.

Si alguna vez paseáis por el cementerio de Begíjar, podéis visitar el lugar donde sus cuerpos reposan eternamente junto a un epitafio que dice: “Si vienes a visitarme aquí, mira al cielo y reza por mí”. Rezad y alzad la vista al firmamento, pues algún que otro “Pajarillo” siempre los acompaña.


Pilar Pérez Cuevas, septiembre de 2023 

Relato con el que participo en el II Certamen Literario Patrocinio de Biedma, Begíjar.