“En el armario del alma tengo un
cajón de recuerdos, unos alegres otros tristes, unos malos y otros buenos” Yo me quedo con los buenos.
Nací un día de otoño, hace ya
treinta años será por eso que me gusta tanto esa época del año, época para
soñar, donde los colores son especiales, y el aire huele de otra manera, me
identifico mucho con él, a veces soy triste pero otras puedo ser muy alegre eso
sí siempre soñadora.
En estos tiempos que corren no
muy buenos para nadie hay días en que abro ese cajón y saco a pasear recuerdos
de tiempos pasados y con ellos me sumerjo en historias maravillosas, porque
pensar es gratis y a mí me sirve para desconectar de la realidad que en
ocasiones puede llegar a ser muy cruda. ¿Es bueno tener presente nuestro
pasado? Depende, ahí ocasiones en las que sin quererlo se me cuela entre las
piernas algún recuerdo triste y entonces es peor el remedio que la enfermedad pero
asumo que son parte de mi vida y que también están en mi mente.
Recuerdo mi infancia como la
mejor época de mi vida, es curioso pero cuando la estaba viviendo no pensaba lo
mismo, ahora tengo otro punto de vista o simplemente pesando en una balanza las
dos partes, la buena pesa más. He sido
muy feliz con mi familia y esa es la
base más importante, prácticamente todo ha sido bueno pero especialmente las
navidades, esas Nochebuenas todos juntos, alrededor de una mesa de camilla y un
brasero de picón que teníamos que estar removiendo a cada momento si queríamos
calentarnos, nos juntábamos todos, mis padres, mi hermano, mis tíos, mis primos y la abuela. No éramos nosotros de cantar muchos
villancicos pero en el ambiente se respiraba paz y alegría, en la mesa no había
muchas gambas, por no decir que ni le olíamos los bigotes algunos años pero nos
sentíamos dichosos de poder vivir aquellos momentos juntos. Entre petardos y
algarabía he pasado momentos inolvidables, ¿cómo no sacar a pasear este
recuerdo? Si cada vez que lo hago se me pone una sonrisa de oreja a oreja.
La adolescencia ha marcado mi
vida, ha sido el punto clave para vencer mis miedos y forjar la personalidad
que hoy en día tengo. Al terminar la EGB tuve que continuar mis estudios fuera
del pueblo y ahí es donde aprendí a desenvolverme, en este camino tan
maravilloso como duro, tropecé muchas veces pero siempre tuve a mi lado
personas que me ayudaron a levantarme, a mirar hacia delante y a ver los
problemas un poco más pequeños. Esas personas que conocí en aquellos tiempos me
ayudaron a darme cuenta que dentro de mi había una persona valiosa y que yo,
siendo simplemente Pilar podría conseguir todo lo que me propusiera, y no es
que hicieran nada especial, simplemente me trataron como a una persona, como a
otra mas y en ese momento comprendí que fuera de mi pueblo había gentes con buen corazón y que yo me integraría
perfectamente con ellas sin la menor duda. Fueron tiempos difíciles, porque
tuve miedo muchas veces, pero aprendí de esos miedos y los vencí todos y cada
uno de ellos con una sonrisa y muchas ganas. Deje de hacer cosas que antes
hacía simplemente para caer bien o integrarme en un grupo, empecé a ser yo
misma y gane.
Pero no todo fue bueno, también
aprendí que por desgracia hay mucha falsedad y envidia en las personas y que
esta vida es como una noria en la que sube y baja mucha gente a lo largo de
ella siempre por conveniencia, tuve
decepciones, tuve y sigo teniendo hoy en día creo que esto siempre está
presente y que hay que ser muy selectivo con la gente a la que uno se arrima
pero la verdad es que si tuviera que escribir sobre este tema llenaría un libro
entero.
También conocí el amor y como ya
he dicho antes, soy una persona muy soñadora y en este aspecto he pasado por
muchas etapas, desde amores imposibles a
amores no correspondidos pasando por los
amores platónicos pero creo que esto le pasa a todo el mundo con estas edades
sin embargo cuando conocí al que hoy es mi marido supe claramente que sería
para toda la vida y por eso arriesgue incluso en contra de mucha gente todo lo
que tenía y aposte por aquella relación ciegamente. Ya son doce años desde que
nos conocemos, casi ocho de matrimonio y
para mi todo sigue siendo igual de especial que el primer día, incluso más
porque fruto de ese amor hoy puedo contar con dos hijos maravillosos que son
María José e Ismael, ellos junto con mi marido y familia son los que me hacen feliz cada mañana y por los que me
siento muy orgullosa de ser quien soy, ellos ponen ese aliciente especial para
que aun siendo tiempos difíciles los que estamos viviendo, todo sea maravilloso.
Dicho esto, os animo a que cuando
os encontréis tristes, agobiados, o simplemente no veáis salida a un problema,
saquéis a pasear vuestros mejores recuerdos, ellos os ayudaran a ver la vida de
otro color y me viene a la mente la estrofa de una canción que viene como
anillo al dedo “no todo es negro o es blanco o es gris, todo depende del matiz,
busca y aprende a distinguir” Aunque la tempestad sea fuerte, no dejéis que esa
tempestad os impida ver la cantidad de colores que la vida ofrece de esta forma
tendréis un cajón lleno de buenos recuerdos.

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