Muerto pero mío, así ponía punto
final a esa gran historia con la que
había pasado largas tardes de invierno sentada en el sofá, cuatrocientas páginas
que me llevaron a transportarme a un
mundo cargado de amor, pasión, desenfreno y locura, entonces volví a la
realidad, vacía, llena de nada, donde todos mis personajes ficticios se
convertían en sombras de una realidad inventada. Acurrucada junto a la hoguera mis
pensamientos volaban como si fueran plumas que el viento mueve a su antojo,
ideas fugaces que era incapaz de controlar, ideas que me poseían ¡como si yo estuviera loca!

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