miércoles, 29 de enero de 2014

REFLEXIÓN SOBRE LA FELICIDAD


Hace tiempo, por casualidad, conocí a una persona de la que aprendí una gran lección por lo que quería compartir con vosotros algo que me enseño y que pienso,  mucha gente tiene olvidado.

En este mundo cada persona elige su forma de vivir y de ser feliz aunque mucha gente no tiene esa suerte de elegir y simplemente vive lo que le toca, ayer por ejemplo observaba como tres indigentes sentados en el suelo comían presurosos unos víveres enlatados con las manos, en plena calle. El frío de enero es muy duro aquí en Baeza y si yo tenía frío con cuatro mangas y después de salir del brasero de casa,  imaginaos ellos. Allí tenían también unos sofás tapados con cartones supongo  que para poder pasar la noche a duras penas, la noche, ¡no me la quiero ni imaginar! A esos indigentes les toco vivir su vida así, pero… ¿son infelices por ello? Quizá estarían mejor bajo un techo, con agua y comida caliente y una cama donde descansar pero…  ¿serían felices?

Cuando conocí a Diego y empezamos a conversar,  jamás pensé que esa charla iba a ser tan fructífera, comenzamos  hablando de la vida, los hijos, el trabajo… y claro, como el trabajo y la crisis es el tema que nos preocupa a todos en este  momento,  por ahí encaminamos nuestra conversación. Como muchos españoles de a pie, yo empecé a lamentarme  de la situación que nos ha tocado vivir, poco trabajo, poco dinero, pocas cosas para poder disfrutar el momento con el dinero que poseía… él esbozo una sonrisa y me dijo sereno: no puedes quejarte tienes todo cuanto yo podría desear, un compañero ejemplar, unos hijos divinos, un techo donde vivir, y unas vistas maravillosas desde tu terraza donde puedes contemplar cada día las montañas, el cielo, las nubes y los pájaros, me quede en shock por un momento, tenía razón me estaba lamentando por gusto, quería más de lo que tenía y lo peor de todo, no era feliz aun teniéndolo todo salud, amor y dinero para subsistir, necesitaba más para vivir mejor, pero no necesitaba más para ser dichosa.

Donde yo vivo no puedo elegir a qué hora acostarme o levantarme, no veo las montañas, ni las nubes, tan solo  un cachito de cielo, el que me permiten los muros que me rodean, allí la comida no es muy buena y las horas son muy largas en medio de tanta soledad, me distraigo con los libros, estoy privado de libertad y esa carencia,  me ha hecho ver las vida de otra manera, ¿sabes lo que es para mí comerme un plato de cocido con mi familia? Es lo más maravilloso que me puede regalar la vida, y pasear por el campo es una sensación única que me hace sentir extraordinario. Os tengo que confesar que en ese momento quería que me tragara la tierra, desde pequeña me han contado la fabula del pescador y el pez de oro y en ese momento  yo era “la mujer del pescador”.

Un día recibí un regalo de Diego era un árbol que el mismo hacía en esas horas que me contaba pasaban tan muertas para él entre cuatro paredes, lo bautice como “el árbol de la felicidad”  y si algún día me siento “mujer del pescador”, lo observo, y rápidamente me asomo a mi terraza y miro el cielo y las montañas, abro la ventana, respiro el aire puro y doy gracias por todo lo que poseo en la vida,  tanto material como personal.

Con esta historia real solo quería deciros amigos,  que seáis felices con lo que poseéis, que valoréis el día a día y que el dinero aunque ayuda no da realmente la felicidad, que esa dicha  la podemos encontrar simplemente mirando a nuestro alrededor, yo en mi caso la encuentro mirando al árbol que un día me regalo un buen amigo y recordando esta historia.

MORALEJA

“La vida es un regalo
Para vivir y disfrutar
Se feliz con lo que tienes
No ansíes poseer más”


No hay comentarios:

Publicar un comentario